miércoles, 18 de noviembre de 2009

Caracteres de la Generación Literaria.

Caracteres de la generación literaria
Ricardo Rojas agrupó a los escritores de la generación del 80 con el título de prosistas fragmentarios debido a la falta de continuidad en sus pensamientos, reflejado en obras carentes de unidad orgánica. Fueron hombres de mundo que viajaron a Europa y alternaron las amenas conversaciones de los elegantes clubes con los libros y la labor política e intelectual. Escribieron ensayos, artículos periodísticos, recuerdos autobiográficos, anécdotas, breves narraciones y juicios sobre la época en que vivieron. No fueron autores de obras doctrinales, ni tampoco dejaron investigaciones ni largas novelas. En su gran mayoría pertenecieron a la clase social gobernante y su mentalidad y posición económica les hizo admirar la cultura europea, con sus tesoros artísticos y su mundana sociabilidad. Muy idealistas, abrazaron con vehemencia las ideas liberales y el positivismo, mientras algunos de ellos —al ocuparse de la historia patria— trataron de demostrar el fracaso de los grandes proyectos de la generación anterior. Negaron principios y creencias de la mayoría y con escepticismo sostuvieron un cambio en el rumbo social y cultural de la Argentina.Sobre la generación del 80 escribió Carlos Ibarguren: "Fue de escépticos y de materialistas, cuyo pensamiento seguía la acción cambiante y apresurada de un país en formación y de una sociedad que evolucionaba. El positivismo filosófico, las corrientes científicas predominantes a fines del siglo pasado, el enorme desarrollo industrial y económico europeo, las masas de hombres y de oro que empezaron a venir a estas playas, trasformando velozmente nuestra tierra, dieron al núcleo director argentino la visión utilitaria y sensual de la vida.El humor y la ironía constituyen dos rasgos característicos de los escritores de este período. La figura más representativa del humorismo fue Eduardo Wilde hombre extravagante y de prosa familiar que sin preocuparle el estilo, dejó pruebas de su originalidad e ingenio en ocurrentes frases.La critica literaria contó con destacados representantes en la época que nos ocupa. Calixto Oyuela (1857-1935) fue autor de dos tomos sobre Estudios Literarios y de la amplia Antología de poetas hispanoamericanos (1919-1920); Martín García Mérou, que en sus obras de crónica y crítica literaria reflejó el movimiento intelectual de la generación del 80 y Paul Groussac, un escritor incisivo y satírico, de muy variada producción y certeros juicios críticos.Existió también una tendencia a la evocación o recuerdo del pasado, con anécdotas y reminiscencias de episodios en gran parte presenciados por sus autores. Aunque sin base documental, constituyen páginas de apreciable valor, debido a su intimidad. José Antonio Wilde (1813-1885) obtuvo gran éxito con un libro de recuerdos que tituló Buenos Aires desde 70 años atrás al igual que Vicente G. Quesada (1830- 1913) —con el seudónimo de Víctor Gálvez—, autor de Memorias de un viejo, publicadas en 1889. Dentro de esta literatura evocativa también figuran Juvenilia, el conocido libro de Miguel Cané y el escrito por Santiago Calzadilla titulado Las beldades de mi tiempo, que se editó en 1891.La prosa del 80 expresó la hostilidad de las clases aristocráticas de la sociedad porteña hacia los inmigrantes extranjeros. Esta actitud xenófoba se advierte con nitidez en algunos novelistas como Eugenio Cambaceres en su obra titulada En la sangre (1887) y también en Antonio Argerich con ¿Inocentes o culpables? (1884), que señalan en esencia una especie de hartazgo hacia lo europeo. La gran llegada de inmigrantes a Buenos Aires favoreció a las corrientes ideológicas del liberalismo y del materialismo, para dar origen a un amplio movimiento destinado a secularizar todos los estratos sociales. Se enfrentaron entonces el laicismo contra la fe católica a través de memorables debates originados al discutirse la ley de enseñanza laica (año 1884) y proyecto sobre el matrimonio civil (1888). Entre los pensadores católicos se destacó José Manuel Estrada (1842- 1894).La campaña al desierto realizada por el general Roca en el año 1879 actualizó el tema del indio y el problema derivado sobre la posesión de sus tierras. Si bien Lucio V. Mansilla se anticipó con su obra Una excursión a los indios ranqueles, la temática sobre el aborigen adquiere el carácter de novela de aventuras con Estanislao S. Zeballos , autor de una trilogía de tono rornántico.


La crítica literaria
Uno de los rasgos característicos de los escritores del 80 fue la inclinación a la crítica literaria, es decir, a juzgar la obra escrita por su contemporáneo, sea ella un libro o un estreno teatral. En este aspecto, la actividad desplegada fue abundante y en términos generales no excedió del comentario epistolar o de la breve nota en un periódico. Algunos nombres deben destacarse por su eficiente preparación científica y situarlos como los primeros críticos de la literatura argentina, continuadores del precursor y solitario Juan María Gutierrez.
Calixto Oyuela, profesor universitario, miembro correspondiente de la Real Academia Española y primer presidente de la Acadernia Argentina de Letras (1931) fue un crítico de vasta cultura literaria. Admirador de los clásicos y de las letras españolas, polemizó con Groussac y otros liberales de la generación del 80 que se opusieron a lo hispánico. Rígido preceptista, no cedió en sus firmes convicciones estéticas y sostuvo la fórmula del "arte por la belleza". Ya nos hemos referido a sus obras tituladas Estudios literarios (1915) y Antología poética hispanoamericana (1919- 1920) .El francés Paul Groussac, que arribó a los dieciocho años a nuestro país (1886) ignorando el idioma de la nueva tierra, no tardó en convertirse en un destacado investigador y en el crítico de mayor importancia de la literatura argentina hasta la segunda década de la presente centuria. Penetrante ensayista, ejerció por más de cuarenta años la dirección de la Biblioteca Nacional, tarea que le permitió dominar el pasado histórico argentino y desarrollar con amplitud su labor de investigador y de escritor. Respetado y temido maestro, aplicó una metodología de rigor documental y un estilo expositivo cáustico y preciso. De sus obras recordemos: Del Plata al Niágara (1897), Santiago de Liniers (1907), Crítica literaria (1924) y Mendoza y Caray (1929).

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